Tus piernas .... tienen la culpa

Sabía que ya no la vería nunca más....
Dormí muy bien esa noche, por extraño que parezca, pero cuando desperté no tenía ganas de comer, ni de tomar mi café, . Supuse, y no me equivocaba, que no volvería a meterle la p…. por su c….., ni por su b…, ni por la v….. Ni manchar de e…… sus n….., ni t…., o m…… El siguiente día en mi oficina, estuve medio triste, esperando a que ella regresara, pero no lo hizo. Había transgredido una línea social o algo así… soy el pretendiente eterno, esperando a que mi sueño regrese.
Suelo ser un hombre callado, reservado, conozco muy bien los límites sociales, o bueno… creo conocerlos Pero cuando ella se acercó, algo me pegó en el vientre que no pude guardarme mi lado más oscuro.

Es su culpa. Ella empezó, creo, porque dijo algo de un pantalón pegadito y una blusa negra. Luego me mandó fotos dónde presentaba tales características y todo se le veía muy bien. Pero estaba en el trabajo, y me habían pedido el tiempo extra. Hacía mucho que no sentía el calor de una mujer, ella mandó la primera línea por messenger y así nos seguimos, nos seguimos toda la noche. Pensé que no progresaría si no le decía cosas soeces, así que le solté la primera:“Mi polla esta creciendo gracias a tus fotos”. Bueno, al fín que sólo la veo por el messenger, eso pensé, y sí se pierde la amistad pués tanto me dá.
Luego de hablar sobre warrerias, nos dieron las cuatro de la mañana. Apagué mi ordenador, me subí a mi coche y fui muy indecente con mi cuerpo esa noche, estaba terriblemente excitado.

Desde entonces lo practicamos todas las noches. A veces me asaltaban las dudas: “¿Y si es un hombre como yo?”, o luego me preguntaba: “¿Si no es ella la de las fotos?”. Pero era nuevo en esto del messenger y de alguna manera comprendía que sólo quedaba en palabras, a la distancia, que no pasaría nada, y que no habría de qué preocuparse hasta que alguno de los dos pidiera alguna dirección, o el teléfono. Me parecía que todo lo tenía bajo control.
Entonces, después de meterle la p…. por su c…, en una detallada descripción que incluía demasiados fluídos, forcejeos, gemidos e incluso jugar con mi cuerpo en la oficina a deshoras y en mucha soledad, ella me pidió mi teléfono. Se lo dí, por mero reflejo, recordándole que ella era la puta y yo su eterno pretendiente. Estaba entre la ansiedad de escucharla y el pánico. ¿Si tenía una voz horrible qué iba a pasar? Sonó el teléfono y contesté, hablando bajito: Bueno, ella preguntó: ¿Qué?, y nos reímos mucho.
Me fascinó su voz agradable, enganchadiza y sensual, hablaba lenta y libremente, digamos que me enamoró esa voz. Esa noche nos confesamos datos acerca de nuestras direcciones, la familia, casa, trabajo, viviamos a unas poblaciones a unos escasos 15 km de distancia.
Ahora pienso que tal vez dije más de lo que debía, pero no me importaba, porque su voz era maravillosa. Mi mente trataba de empalmar su cuerpo con su voz y no podía. Estaba sintiendo la tentación de conocerla en persona.
La siguiente noche me mandó una foto de sus piernas desnudas y me dijo: hablemos.
Sí Laura, charlemos. Me siguió mandando fotos, ella sin decir nada y yo imaginando y escribiendo lo que haría con todo lo que me mandaba. El calor subía por todo el cuerpo, la noche me hacía sentir culpable y algo me decía, que no iba a poder más. Furtivamente me subí la camiseta de algodón, desabroché los pantalones y luego rebusqué entre los calzoncillos, me agarré lo que estaís pensando y sin temor por manchar el teclado, el escritorio, hice lo propio. Hasta que escuché los pasos del vigilante en el pasillo contiguo, y me sorprendí porque no sabía que teníamos uno, detuve cualquier deseo. Rápidamente me vestí y le dejé un mensaje que decía:
—Dame tu dirección. Voy para allá.
Y después de largos minutos de silencio, ella se desconectó.