Absolutamente todas las tardes durante este invierno, cuando las Ramblas de Barcelona llenas de color se poblaban de gente disfrutando de su tiempo libre, el mimo aprovechaba a colocarse en su lugar estratégico de estatua viviente para así conseguir algunas monedas y mostrar su talento desaprovechado como actor fracasado, en la acera de enfrente, su vista alcanzaba a una mujer desaliñada, con pelo largo castaño descuidado y piel manchada de pobreza que se resguardaba en su choza de cajas de cartón, con el brazo dolorido por estar pidiendo infructuosamente, era también una estatua viviente.
Ella era mirada por la gente con asco y desgana, si es que se dignaban mirarla y no pasaban altivos a su lado estirando la espalda y protestando con sus gestos por ver la miseria tan cercana, la ignoraban y aquellos que sentían lástima, arrojaban unos céntimos inservibles sin llegar a rozarla, no fuese a ser que se estableciera un cierto contagio, en sus primeros días de mendicidad obligada ella sufría, pero ya era cosa de rutina, al menos tenía la esperanza de la alegría al ver al mimo día a día, ver como se maquillaba cuidadosamente durante una hora con su espejito y escuchar mas tarde las risas que el arrancaba a la gente con su simpatía.
Ella era mirada por la gente con asco y desgana, si es que se dignaban mirarla y no pasaban altivos a su lado estirando la espalda y protestando con sus gestos por ver la miseria tan cercana, la ignoraban y aquellos que sentían lástima, arrojaban unos céntimos inservibles sin llegar a rozarla, no fuese a ser que se estableciera un cierto contagio, en sus primeros días de mendicidad obligada ella sufría, pero ya era cosa de rutina, al menos tenía la esperanza de la alegría al ver al mimo día a día, ver como se maquillaba cuidadosamente durante una hora con su espejito y escuchar mas tarde las risas que el arrancaba a la gente con su simpatía.
Él actuaba pero poco a poco le iba invadiendo por dentro una gran tristeza, el corazón al verla se le encogía al ver la cruel discriminación de las gentes en esta ciudad que le había visto nacer y de la que el siempre se había sentido orgulloso, ahora sólo actuaba para ella, para la pobre y sucia mujer sin belleza, ahora siempre que se quedaba quieto, no miraba a nada ni a nadie más que a ella, sin parpadear en horas, era capaz de estar y así pasaban las tardes, sin cruzar palabras, cogiendo confianza con el consuelo de las miradas.
Entonces, una tarde cuando el cielo estaba totalmente cubierto por grises nubes y había poca gente paseando en las calles, por no decir nadie, ella se incorporó desentumeciendo su cuerpo, como saliendo de un letargo, arrepentida de dejar de estar encorvada como si fuese el estigma de su mala suerte en la vida y tuviera la obligación de permanecer permanentemente en cuclillas y en posición suplicante simplemente por ser pobre, el cabello escondía como cortinas su cara, con timidez y caminando como si le costara la misma vida, andando de puntillas como si fuera sobre la arena ardiente del desierto, llegó a la vera del mimo y de sus labios con una dulce voz pronunció:
Entonces, una tarde cuando el cielo estaba totalmente cubierto por grises nubes y había poca gente paseando en las calles, por no decir nadie, ella se incorporó desentumeciendo su cuerpo, como saliendo de un letargo, arrepentida de dejar de estar encorvada como si fuese el estigma de su mala suerte en la vida y tuviera la obligación de permanecer permanentemente en cuclillas y en posición suplicante simplemente por ser pobre, el cabello escondía como cortinas su cara, con timidez y caminando como si le costara la misma vida, andando de puntillas como si fuera sobre la arena ardiente del desierto, llegó a la vera del mimo y de sus labios con una dulce voz pronunció:
- La mirada habéis movido para mi.
Y sin nada más le regaló un euro que brillaba y valía mucho más que todos los demás, él le regaló un baile, más largo que de costumbre y le lanzó un gentil beso, terminado ella volvió con una tierna sonrisa en sus labios resecos a su choza de cartón y para resguardarse del frío se metió entre un fajo de periodicos.
Así el mimo sorprendido y maravillado por lo que había recibido, al acabar la jornada se acercó a la mendiga, con pasteles y chocolate caliente comprados en la tienda de la esquina.
Desde entonces siempre cenaron juntos en la brisa de la noche.
12 comentarios:
Tanto tiempo...
Estudios ,
trabajo,
con todo,
lo mío no tiene perdón,
porque perderse de un placer nunca lo tiene.
Dulcísima tu historia Fauno,
Tengo un euro en la mano:
Me pregunto si conseguiría unos pasteles y un chocolate caliente contigo?
Daniela no necesitas de ese euro.
Debieras saber eso.
Pasteles, Chocolate caliente y un beso.
Que bonita historia…cuantas almas bellas bajo cuerpos cansados y situaciones duras…conmovedora, triste, e inmensa historia…
Un placer leerte amigo ;-)
Bsos
Ginebra quizás la pena es que esta historia tenga algo de realidad mientras haya mendigos en la calle, hay mucha hipocresía.
Un placer que pases por aquí
Besos !
Preciosisima historia Clip, de esta vez no me has echo reir, pero si sonreir...
Es todo ternura este cuento.
Un beso siempre
Amie me vale con una sonrisa.
Un beso dulce
Me emocionó mucho tu historia, triste, y real.
Un saludo :)
Si gaMyr lo peor (o mejor) es que podría ser real, de todas formas me gusta la imagen final.
Un saludo !!
Y sí, el comentario que dejé en la entrada anterior iba acá. Disculpa, a veces soy media atropellada.
Un abrazo
Bonito blog..ya soy tu seguidora y gracias por haber visitado el mio.
Saludos
Sublime exposición. Keep at it !!
Dolor, desamor y mucha emoción...
Tal vez un día despiertes y el corazón lata fuerte fuerte y salga por la ventana en busca de otro que le merezca
Besos
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