Desde hacía 2 semanas le aparecía un calcetín estrambótico, con flores y colores deliciosos en el jardín de su pequeña terraza, podía ser de cualquiera de los vecinos de pisos superiores, de modo que los iba guardando en una pequeña cajita de zapatos, a menudo los miraba y se preguntaba a quién pertenecían.
El caso es que una tarde llamó el vecino del cuarto.
-Es que me ha caído un calcetín.
-¡Ah!. ¿De modo que eras tú ? Llevan cayéndote bastante tiempo.
-Pero este último era para la otra vecina y no se como se ha desprendido de su tendal.
-¿Regalas calcetines a otras?
-Pues si, luego los voy a buscar hablamos y no se como al final ellas hacen el amor conmigo.
-Pero aquí no habías venido nunca a buscar tus calcetines.
-No te lo tomes a mal, pero no creas que tiro los calcetines a todas, vives abajo de todo y recibes los que resbalan y caen.... cosas de la gravedad.
-¿Con cuantas vecinas no te has acostado todavía?
-Contigo, compréndelo eres la que vives abajo.
-Mira si lo que pretendes es enamorarme, te lo tendrás que currar un poco más...
Al cabo de unos días un calzoncillo apareció entre las plantas de su terracita.
-Me ha caído una prenda muy íntima.
-No me creo que sea tuya, deberás demostrarme que es tuya, pruébatela aquí mismo
Trás unos momentos de duda, se bajó los jeans lentamente mientras bajaban sintió en la piel que iba quedando desnuda, unos hirvientes labios que recorrían y dibujaban flores en su piel, que le rasgaban la espalda y aliviaban sus angustias.
Una lengua lenta como un caracol en lenta procesión llena de babas que saboreaba la pasión y que se encaminaba al deseo. Sus ojos se cerraron con fuerza y se dejó llevar, sorber y absorber. El suave desliz sobre sus carnes aumentaba el delirio...hasta quedar pendido en el espacio, en el tiempo infinito.
Se oyeron unos débiles gemidos infinitos, luego un grito gutural desesperado y como una fuente caudalosa ... se derramó néctar hirviente para que ella pudiera beber.
...Luego ella invadida por una extraña lujuria, tuvo la necesidad imperiosa de probarse aquella ropa interior que aquel hombre había llevado, recibió las caricias de unos labios con sabor a terciopelo que fue quemando en suave encanto la piel de su feminidad su lengua salvaje y al mismo tiempo dulcísima se encandiló ante el brillo de su cueva, ágata de fuego granate
Su cuerpo que estalla en indómitas embestidas ahogándose a si misma de placer, hembra tan poseída, tan puta, hambrienta endemoniada de deseo ante esa copula en abuso mutuo, cielo e infierno conjugados.
-Creo que estos calzoncillos te pertenecen pero pensándolo bien creo que te daré otra cita, no hace falta que me tires nada más, en todo caso yo seré la prenda que tu te tires.