miércoles, 8 de enero de 2020

Te fuistes y yo te dejé escapar

A quien dejé escapar

Hay momentos en los que creemos que estamos haciendo lo mejor. Hay momentos en los que, por eso de la estupidez humana, creemos que estamos haciendo lo correcto, y nos estamos equivocando. Tantas veces, las emociones nos juegan una mala pasada y nosotros, simplemente, nos dejamos llevar. Los impulsos nos inducen a las malas decisiones.



Podría decirte que de los errores se aprende pero, lo cierto es que de nada me sirve tener ahora la lección aprendida. Porque un día te perdí, un día antepuse lo insignificante de la vida, me agarré a las excusas que se me ocurrían y que se me escurrían de entre los dedos, como lo poco que quedaba de nosotros. Un día me ahogué en las preguntas y naufragué en un mar de dudas. Un día, hace tiempo, me enseñé que hay personas a las que jamás podré olvidar. Que hay recuerdos que jamás podré borrar. Que hay errores que no se pueden enmendar y, desde entonces, te prometo, que no he dejado de luchar por quien merece la pena.
Sé que ya no sientes nada por mí. O al menos, eso espero. Nunca quise que me esperaras. Ni siquiera sabía si algún día iba a volver. Un día alguien me dijo que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Creo que, de lo primero, los dos tuvimos suficiente. Sé que te hice daño pero créeme cuando te digo que todas esas dudas me quemaban por dentro, que no sabía qué hacer, que me daba miedo, que fui un cobarde, que lo siento. Créeme que nadie más que yo quería tenerlo todo claro, que nunca quise que se me nublara el juicio. Nunca quise hacerte daño. Que quería tenerlo todo, y ese fue mi mayor error.


Sé que me has olvidado o, al menos, que lo estás intentando. Y no te culpo. Todo lo que te haga daño hay que alejarlo, porque si por algo estamos aquí es para ser felices y no deseo otra cosa para ti. Sé que has rehecho tu vida o, al menos, que ya no acostumbras a pasarte por aquí, que ahora miras la vida con otros ojos, y que son otras pupilas las que te observan. Suerte la suya. Espero que la persona que esté a tu lado, no importa quien, te quiera por encima de todas las cosas, espero que te valore, porque si hay algo que no te dije lo suficiente es que eres una persona maravillosa.


Sólo espero que no me culpes. Que ya no lo hagas. Y que si lo haces, me perdones. Que comprendas que todos nos equivocamos, que las cosas pueden hacerse mejor o peor, pero que en ocasiones no hay forma de parar el engranaje. Que una cosa lleva a la otra, y cuando nos damos cuenta el tren está a punto de descarrilar y nos encontramos al borde de precipicio. Sí, pude haberlo hecho mejor. Sólo espero que no quemaras todas mis cartas y que algún día, dentro de todo el tiempo que necesites, se te ilumine la cara al volver a leer mis letras saltarinas, que en aquel momento bailaban sólo para ti.
Pero también te confieso que, en el fondo, espero que en algún momento te acuerdes de mí. De los momentos buenos, de lo feliz que te hice y, sobre todo, de los inmensamente feliz que me hiciste tú a mí. Te confieso que, de vez en cuando, cierro los ojos y me imagino que nada ha cambiado. Que aquel día gris en el que nuestros caminos se separaron no fue más que una tormenta pasajera. De vez en cuando me pregunto qué habría sido de nosotros si hubiera encontrado respuestas a mis preguntas. Pero no te preocupes, eso apenas dura un segundo, cuando los viejos recuerdos me juegan una mala pasada.


Siempre recordaré nuestra historia, nunca dejará de sorprenderme tu peculiar forma de ser, única e inigualable, y la suerte que tuve de encontrarte aquel día por primera vez. Espero que la vida te sonría, tanto como tú me hiciste sonreír a mi.

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