
Rachel McCord, modelo, empresaria y personalidad televisiva, es conocida tanto por sus apariciones glamorosas como por ser parte del McCord Sisters trio, un clan mediático con conexiones en la moda y la filantropía. Luce su conjunto veraniego negro, con transparencias estratégicamente colocadas, sandalias doradas de tiras mínimas y unas gafas de sol tan grandes como su confianza. Todo en ella irradia esa mezcla de accesibilidad californiana y dominio escénico.
Hana Giraldo, por su parte, es cantante, influencer y la hija de la icónica Pat Benatar. Su estilo es un grito de rebeldía cuidadosamente estilizado: lleva un top corto con estampado retro, pantalones de vinilo color negro, esta vez sin su gorrito de pescador ladeado, tan cool como innecesario bajo ese sol impiadoso. A diferencia de Rachel, Hana no necesita proyectar una imagen: su presencia ya es una declaración.
Ajena al impacto que su vestuario provoca —cortes precisos, telas que juegan con la luz, un aire de festival que choca con la rutina de los transeúntes— la escena tiene algo de cuadro congelado: dos divas urbanas, refrescándose con helado, provocando una ola de calor no meteorológica. Las miradas se desvían. Las cámaras se alzan. Pero ellas siguen riendo, ajenas y libres, como si la fama fuera apenas un helado más por derretirse.